Como no había jabón para fregar los cacharros, después
de las tormentas se iba a los arroyos en busca de arena fina
(Fotografía: Alfonso Sánchez García, 1910)
Los hombres trabajaban en la agricultura y ganadería, o en la cantería. El trabajo estaba marcado por las horas de sol, puesto que no había luz eléctrica. Las mujeres realizaban las tareas domésticas: cuidar los animales del corral, acarrear el agua de la fuente si no tenían pozo, hacer la comida para los de la casa y los jornaleros, etc. La ropa se lavaba en las fuentes o en el arroyo. Estos lugares servían de sitio de encuentro para las mujeres del pueblo. Como no había jabón para fregar los cacharros, después de las tormentas se iba a los arroyos en busca de arena fina. Posteriormente, con grasa y sosa, el jabón se hacía en casa.
El fuego se mantenía con leña cogida en el campo. Pero el terreno estaba tan pelado de matas leñosas que era necesario ir al Cerro del Telégrafo a buscar tomillos para encender. Esta era tarea de los niños. Los hombres traían un haz de leña al venir de trabajar. En las casas se alumbraban con candiles o teas hasta la llegada de la luz eléctrica en 1917. Por cada bombilla se pagaba al mes 2,30 pts, lo que era bastante dinero en aquellos tiempos. La corriente venía del Embalse de Santillana pasando por Moralzarzal.
La matanza del cerdo duraba varios días hasta que todas las partes estaban en condiciones de conservarse durante meses. El queso también se hacía en la casa con la leche de las ovejas. Se utilizaba un trozo de estómago de cordero lechal para cuajar la leche. La cuajada se ponía sobre la tabla dentro de la estera y se oprimía. Al día siguiente se quitaba y se dejaba secar al sol.
La diversión habitual de mozos y mozas era el baile los domingos y días de fiesta en la taberna Villa, en torno a algunas guitarras. La taberna Villa estaba en la plaza del Ayuntamiento que presentaba este aspecto en 1898. La torre central fue trasladada en 1916, sobre uno de los muros porque hundía el tejado.